“Todo lo que una persona puede imaginar, otros pueden hacerlo realidad.”
Julio Verne
Ayer, mientras me encuentro en la ciudad de Nueva York, estuve visitando el Museo de Historia Natural (“American Museum of Natural History”) y como las boletas me fueron obsequiadas por Paola (prima de mi esposa) no reparé mucho en las actividades que ella había programado para el grupo, limitándome a navegar entre las salas cumpliendo con el estricto horario de las exhibiciones. Sin embargo, a las dos de la tarde entramos en el Hayden Planetarium para asistir a la exhibición especial que el museo ha titulado como Periplo a las Estrellas (“Journey to the Stars”), narrado por la ganadora del Oscar Woopi Goldberg y el cual recoge imágenes tomadas por telescopios en la tierra y en el espacio exterior, incluyendo simulaciones realizadas a través de la física.
Desde mi punto de vista ese viaje, que nos lleva desde el dramático nacimiento de las estrellas (entre explosiones e inmensas nubes de gas) hasta la desaparición de aquellas muy viejas en una especie de polvo que nos parece un nicho funerario, vale por todo el viaje al museo (sin desmedro del fascinante viaje entre civilizaciones que supone el andar por las diversas exhibiciones permanentes del museo).
Al encontrarnos cerrando las puertas de un año que ha sido especialmente difícil en lo personal y donde finalmente cerré mi ciclo de residencia en la República Dominicana, con la llegada de toda mi familia a Estados Unidos, para mí resultó muy especial y hasta premonitorio de lo que espero sea el futuro de mis hijos con esta mudanza al presenciar juntos el referido espectáculo, con el cual me reafirmo en la convicción de que lo único que nos hace especiales dentro de la infinita grandeza del Universo es el comprender que somos menos que una brizna de arena, actuar con el respeto y la humildad que tal condición requiere y reconocer que somos parte de un complicado sistema en constante movimiento, cuyo desequilibrio siempre resulta en catástrofe.
Me voy a permitir aprovechar estas últimas horas del año para desearles a todos lo mismo que deseo para mis propios hijos, en espera de que el futuro sea siempre más brillante que el pasado y que llegado el momento, nuestra civilización (ya avanzada hacia el equilibrio Universal) se transporte en una inmensa arca espacial que nos lleve a un planeta nuevo, con la interior convicción de que fuimos agradecidos y respetuosos del que dejamos.