El 24 de diciembre del 2011 escribí una nota en la cual avanzaba la posibilidad de un desastre institucional en el sistema judicial de la República Dominicana si las elecciones del 20 de mayo del 2012 fueren ganadas por Hipólito Mejía Domínguez bajo el título Hipólito Mejía Vs. Mariano Germán (Segundo Round)* y muchos amigos me comentaron pública y privadamente que era descabellado pensar que el candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicana (PRD) pudiera embarcarse en semejante cruzada, alegando (con mucho tino) que esto era mucho más delicado y que ahora estaba por medio la decisión del Consejo Nacional de la Magistratura, el cual no podría ser ignorado.
Mientras escribo esta nota pienso para mis adentros que no puedo negar que mis amistades casi me convencen de retirar la entrada en el blog y dejar eso “empate;” sin embargo y no obstante las dudas, decidí dejar lo escrito intacto y esperar que el tiempo ofreciera su veredicto.
El PRD aun no ha ganado las elecciones y ya en el día de ayer su candidato presidencial me probó correcto en la percepción que tengo de él, cuando en el escenario del auditórium de la UNPHU, en el marco de un encuentro con candidatos presidenciales que promueve la Fundación Institucionalidad y Justicia (FINJUS), ante la pregunta sobre qué haría para colaborar con la independencia del Poder Judicial, expresó: “Ayudando a botar a algunos sinvergüenzas que los pusieron ahí sin ninguna aprobación de nadie e irrespetando las leyes, aquí se irrespetó, se irrespetaron las normas elementales de conducta, se jugó a la demagogia, al cuento y al clientelismo estúpido para nombrar a una pila de pelafustanes ahí que no merecen estar en la Suprema Corte de Justicia.”
Sin dudas este es uno de esos arranques donde el equipo de campaña de Hipólito no puede amarrarle la lengua a su loco, pero hay que admitir que la culpa final la tiene el Presidente Leonel Fernández, quien profirió un golpe mortal a lo que fuera uno de los principales logros de su primer gobierno, en el momento en que decidió vulnerar la institucionalidad del Poder Judicial, nombrando como jueces de la Suprema Corte de Justicia, la Corte Constitucional y el Tribunal Superior Electoral a
gente de su entorno y confianza.
Con ese accionar el Presidente le dejó a Hipólito Mejía la posibilidad de terminar con la ficción de separación de poderes y con la institucionalidad judicial del país, con la simple excusa de que “ahí se pusieron a una serie de pelafustanes que no merecen estar en la Suprema Corte de Justicia.”
Ahora me pregunto qué estarán pensando algunos magistrados serios y de carrera (que los hay) en esa nueva Suprema Corte de Justicia, donde no se sabe quién será separado y además catalogado de “pelafustán” y quién no, ante un eventual triunfo electoral del PRD; porque a la larga los pelafustanes si saben quienes son y a su salida seguro se conformarán con unos meses de gloria, con que les dejen una pensión igual a su salario actual, el disfrute de su vehículo, un guardaespaldas y otros beneficios que se consiguen cuando se sale de la Suprema Corte de Justicia, aunque el servicio haya sido de días y en vez de salir como magistrado, se haga de pelafustán.