DESEOS (Constantino Cavafis)

25 julio, 2011

A cuerpos hermosos de muertos que no envejecieron
y los guardaron, con lágrimas, en un bello mausoleo,
con rosas a la cabeza y a los pies jazmines –
se asemejan los deseos que pasaron
sin cumplirse; sin merecer una
noche de placer, o una mañana luminosa.


AL ATARDECER

13 enero, 2011

De todos modos no duraría mucho. La experiencia

de los años me lo enseña. Sin embargo, algo apresuradamente

vino la Moira y lo interrumpió.

Fue breve esa hermosa vida.

Pero qué intensos eran los perfumes,

en qué espléndidos lechos nos acostamos,

a qué placer entregamos nuestros cuerpos.

Un eco de los días de placer,

un eco de los días, vino hasta mí,

algo del ardor de nuestra juventud;

volví a tomar una carta en mis manos,

y leí una y otra vez hasta que faltó la luz.

Y salí melancólicamente al balcón,

salí para cambiar de pensamientos mirando al menos

un poco de la ciudad amada,

un poco el movimiento de la calle y los negocios.

 


LA CIUDAD (Constantino Cavafis)

3 enero, 2011

Dijiste: «Iré a otra tierra, iré a otro mar.

Debe existir una ciudad mejor que ésta.

Todo esfuerzo mío es aquí una condena,

y mi corazón —como un muerto— está sepultado.

¿Hasta cuándo mi espíritu permanecerá en este marasmo?

Donde vuelvo mis ojos, donde miro

veo las negras ruinas de mi vida, aquí

donde tantos años pasé y arruiné y perdí».

No hallarás sitios nuevos, no hallarás otros mares.

La ciudad te seguirá. Darás vuelta por las mismas

calles. Envejecerás en los mismos barrios,

y en estas mismas casas encanecerás.

Siempre llegarás a esta ciudad. Para otra parte —no lo esperesno

hay barco para ti, no hay camino.

Al arruinar tu vida aquí, en este pequeño rincón,

en toda la tierra la arruinaste.

 


ITACA (Constantino Cavafis)

31 diciembre, 2010

Cuando emprendas el regreso a Itaca,
ruega que el camino sea largo,
lleno de aventuras, de conocimiento.
A los Lestrigones y los Cíclopes,
al irritado Poseidón, no les temas;
no hallarás tales cosas en tu camino
si tu pensamiento es elevado, si una sublime
emoción embarga tu espíritu y tu cuerpo.
A los Lestrigones y los Cíclopes,
al feroz Poseidón, no los encontrarás
si no los llevas en tu alma,
si tu alma no los pone ante ti.

Ruega que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que lleno de placer y alegría
entres a puertos vistos por primera vez;
detente en los mercados fenicios
y adquiere hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano,
y toda clase de perfumes voluptuosos,
todos los perfumes voluptuosos que puedas;
visita muchas ciudades egipcias
para aprender más y más de los sabios.

Ten siempre en tu mente a Itaca.
Tu meta es llegar allí.
Pero no apresures de ninguna manera el viaje.
Mejor que dure muchos años,
y viejo ya ancles en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que Itaca te dé riquezas.

Itaca te dio el hermoso viaje.
Sin ella no hubieras salido al camino.
Pero ya no tiene nada para darte.
Y si la encuentras pobre, Itaca no te ha engañado.
Tan sabio como has llegado a ser, con tanta experiencia,
ya habrás comprendido qué significan las Itacas.