Viejos recuerdos
enterrados en un cajón amarillento.
Viejos recuerdos
de caminos desandados
de espinas que una vez nos coronaron
y carcajadas mudas.
Viejos recuerdos
que volaron
como cuervos en invierno
recuerdos que al expirar
enterramos en el cajón
sin confesar sus pecados.
Viejos recuerdos
con los que un día tropezamos
en cualquier esquina de la ciudad
para encontrar
que los recuerdos no envejecen
y en cambio, tienen vida eterna.