“Si en treinta años la sociedad yo no lo he convencido, no la voy a convencer en una vista pública, ni con un ejercicio académico, ni memorístico, ni con una retórica, ni una demostración académica. Ni la ley de carrera judicial, ni un perfil académico le otorga legitimidad al juez, esas son garantías para ejercer de manera más efectiva su función; la legitimidad se la otorga al juez, la función de juzgar.
“Mi deseo es que el consejo simple y llanamente evalúe nuestra trayectoria judicial: Reunimos los requisitos de un buen juez? tenemos las características o el perfil de un juez de la Suprema Corte de Justicia (imparcialidad, independencia, honestidad, experiencia profesional, justificación de sus decisiones, responsabilidad, integridad, trabajo)?.
“Porque en definitiva, todos esos valores que debe encarnar un juez democrático de derecho no son sus atributos, sino garantías para el justiciable. La justicia (según leí una vez en un discurso del Presidente de la Corte de Casación Francesa), “la justicia, es un asunto de todos.” Y ustedes que representan a la sociedad, los tres poderes, tienen la responsabilidad de elegir jueces que le brinden a la sociedad una justicia eficaz, honrada, responsable y fundada en principios éticos.”
Esa ha sido la transcripción total del discurso de la Magistrada Olga Herrera Carbuccia ante el Consejo Nacional de la Magistratura de la República Dominicana en su comparecencia de ayer, dieciocho de noviembre del año dos mil once. En la oportunidad, tanto el Presidente de la República, como todos y cada uno de los miembros del Consejo guardaron el más absoluto silencio y evidentemente, no tuvieron preguntas que hacerle a quien encarnó la dignidad dentro de un proceso esencialmente indigno.
La Magistrada Herrera Carbuccia, en muy pocas palabras, nos ratifica en nuestra posición de que este proceso de selección es un ridículo, donde en público se hace una ilusión de democracia y pluralidad, al abrir el proceso a cualquiera que entienda tener las cualidades de un juez de alta corte y evaluar a todos por igual; cuando la realidad es que a la Suprema Corte de Justicia, a la Corte Constitucional y al Tribunal Superior Electoral no puede ir todo el mundo.
Esas son posiciones para la élite profesional con capacidades probadas, las cuales deberían enfrentar un consejo que evaluaría sus aportes y cuestiones muy puntuales, sobre las características esenciales que deben adornar a un juzgador dentro del resto de su comunidad, en la que termina siendo la labor más importante del sistema democrático.
Sin embargo, resulta favorable a los indignos pretender que son democráticos, montar todo un circo donde personajes ilegitimados por sus propias acciones, “examinan” a un grupo de ciudadanos que hacen el ridículo ante la sociedad, para terminar todo como una corrida de toros, en la cual el animal de la justicia yace y agoniza ensangrentado en medio de la plaza, mientras la sociedad aplaude semejante espectáculo.
Dra. Olga Herrera Carbuccia, yo tampoco tengo preguntas para usted y por el contrario me enorgullece que haya sido mi maestra de derecho penal y derecho procesal penal, en las aulas de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (hace algo más de dos décadas); me enorgullece que sea Magistrada de una de las cortes del país (aunque los indignos que deciden estas cosas nunca hayan tenido la responsabilidad de otorgarle la posición en la Suprema Corte de Justicia, que es donde usted pertenece) y sobre todo me enorgullece que sea mujer, porque con su muestra de dignidad y sabiduría reivindica la dignidad y sabiduría de mi abuela, las de mi madre, mi hermana, las de mi esposa y los valores que quiero que sirvan de ejemplo a mi hija, así como a todas las hijas del mundo.